Una pareja de "sillones"...

En cada hogar cubano había por lo menos un sillón, y si llegaba alguna visita lo primero que se hacía era invitarlo a sentarse en el cómodo “sillón”.
Hasta en la más humilde casita había una pareja de sillones. Duraban siglos, porque si se rompía la rejilla, se mandaba a arreglar y quedaba como nuevo.

Pasaban de generación en generación, sobre todo el sillón de la “abuela”, por ser una reliquia, nadie se atrevía a sentarse sin su permiso, para no estropearlo, y si lograbas sentarte te dabas gusto balanceándote hasta que te sacaban de un pescozón.
Esto es parte de la cultura cubana, estar sentado en un sillón, tomando una tacita de café, té, o un traguito con un grupo de amigos, vecinos..., o simplemente la familia, era uno de los mejores disfrutes. Hoy en día quizás todavía quede algún “sillón” de aquellos con la rejilla rota, o arreglada mas de cien veces.
Los tiempos cambian y no queremos tener ya ese “sillón”, pero si vemos uno, quisiéramos volver a tenerlo, porque nos trae agradables recuerdos de juventud, de cuando pasamos el noviazgo en aquellos sillones..., siendo vigilados por la suegra.
Todos los días cuando llegaba la tarde te vestías como para una fiesta, solo para sentarte en el “sillón”, esperando a que llegara el novio, haciendo la tertulia de la tarde hasta que cayera la noche, ---así, día tras día---. En estos tiempos, si le dices a un joven que se siente en un “sillón”, para pasar una tarde agradable, posiblemente te insulte.
De todos modos si algún día te sientas en un sillón, reconocerás lo cómodo que es, y hasta te gustaría tenerlo, pero no te lo llevas porque ya no quieres tener el “sillón”, pasado de moda.
Pero cuando tengas un encuentro con ese “sillón” recordaras este relato y te reirás balanceándote sin querer dejarlo. ¡El sillón nunca pasara de moda!

L La Villa.